¿Qué está ocurriendo en Palestina? II. Se escribe sionismo pero se lee fascismo. Construyendo el futuro
Marta Haserrea, activista de BDS (Bociot, Desinversiones y Sanciones a Israel) y militante de Izquierda Anticapitalista. Consulta también el artículo: ¿Qué está ocurriendo en Palestina? Las colinas de Sderot y las palabras de paja.
Tras diversos intentos de tregua, el pasado 28 de agosto se declara un alto el fuego permanente entre Palestina e Israel. Las siguientes líneas son otro modesto análisis de la operación «Margen Protector» y de la situación actual y futura en Oriente Medio.
Margen protector
«Si yo tuviera en mi ejército la resistencia que Yenin tuvo en su campo, ya hubiera conquistado el mundo». (Ariel Sharón, primer ministro israelí 2001-2006)
En abril de 2002, tras ocho días de asedio a Yenin, Cisjordania-Palestina, el ejército israelí tomó el control del campo de refugiados dejando 631 muertos, de los cuales sólo 15 eran miembros de la legítima resistencia palestina. Ocho días fue capaz un campo de refugiados de plantar cara a gran número de helicópteros Apache, cazabombarderos F-16 y tanques y, en especial, al más rotundo silencio internacional.
El pasado 12 de Junio de 2014, con la excusa de la desaparición de 3 colonos en Hebrón pero con la única intención de castigar al pueblo palestino por alcanzar un gobierno de unidad nacional Hamas-Fatah, el ejército israelí irrumpió de nuevo en los pueblos y campos de refugiados en Cisjordania-Palestina secuestrando a cientos de jóvenes (en el momento de escribir estas notas se habla de más de 2.000 palestinos desaparecidos) mediante la habitual detención administrativa con el pretexto de ser miembros del partido islamista Hamas. Tras varias semanas y al menos 8 palestinos asesinados, Benjamin Netanyahu, actual primer ministro israelí, se vio obligado a reconocer que Hamas no estaba relacionado con la desaparición y muerte de los 3 colonos israelíes.
Casi paralelamente, el gobierno israelí, presionado por sus sectores de la ultraderecha y “animado” por la carta blanca ofrecida por el parlamento europeo, da comienzo en Gaza-Palestina a la operación “Margen Defensivo”. Una vez más el ejército israelí se encuentra con la sorpresa de una resistencia palestina organizada capaz de responder a la embestida del cuarto ejército más poderoso del mundo.
Tras las primeras semanas de ataque y la destrucción del perímetro fronterizo de Gaza, Israel tiene que reconocer que no ha podido cumplir sus objetivos militares en la franja y, ante la incapacidad de desarticular a la resistencia, intensifica el asesinato de población civil palestina para generar presión social por parte de la población en Gaza que exija la rendición de la resistencia. Esta jugada no les funciona porque la población palestina está decidida a morir antes de continuar viviendo bajo el bloqueo al que está sometida.
Ante las escandalosas cifras de muertos civiles palestinos y el ataque a las instalaciones de la UNRWA (Agencia de Naciones Unidas para los refugiados de Palestina), la ONU se ve obligada por primera vez en la historia a reconocer que Israel está cometiendo crímenes de guerra en Gaza.
Tras varios intentos de alto el fuego fallido y ante las presiones internacionales, comienza en El Cairo una ronda de negociaciones en la que Israel exige el desarme de la resistencia mientras Hamas impone el levantamiento del bloqueo sobre Gaza.
Israel se ve en una encrucijada: no consigue reducir a la resistencia palestina pero su población exige resultados en una operación militar que les ha supuesto un importante desgaste social. Esta tensión se dispara con el error de gestión del gabinete de Netanyahu que ordena el regreso a sus casas a la población israelí del sur en la frontera con Gaza sin conseguir una tregua en las negociaciones. La continuación de los ataques palestinos les obliga a huir de nuevo al llegar a sus hogares y se cobra la vida de un menor israelí.
Israel cambia entonces su política de agresión a ataques selectivos para presionar directamente a Hamas como coordinador de las facciones de la resistencia.
Netanyahu se ve finalmente obligado a aceptar un alto el fuego permanente sin conseguir ninguno de sus objetivos en Gaza: el desarme de la resistencia y la ruptura del gobierno de unidad nacional. Su popularidad cae en picado y comienza a recibir críticas de todos los partidos políticos israelíes.
El gobierno israelí tampoco ha conseguido hundir la moral de la castigada población palestina aunque nadie duda de que Israel no cumplirá una palabra de lo acordado como siempre ha hecho.
El pueblo palestino siente que percibirá un alivio al bloqueo por la ampliación de la zona de pesca de 3 a 6 millas náuticas, la propuesta de apertura de la frontera para permitir la llegada de ayuda humanitaria y material para la reconstrucción de la franja (en la fecha de este artículo aún no ha comenzado a ingresar esta ayuda en Gaza) y la reanudación de las negociaciones este 29 de septiembre para la construcción de un puerto y un aeropuerto en Gaza.
Respecto a su desfavorable situación en Gaza cuando se acordó el gobierno de unidad nacional, Hamas se ha visto reforzado y en condiciones de intentar reposicionarse en el acuerdo de gobierno, lo que ya le ha llevado a los primeros encontronazos con Al Fatah.
Se le olvidó a Netanyahu la experiencia de su predecesor Ariel Sharon y salió escaldado de esta. Por no reconocer a tiempo que “nunca tendrá en su ejército la resistencia que Palestina tiene en sus campos”.
Cortinas de humo
«Netanyahu afirmó delante de mí que acepta el Estado palestino y que sólo queda precisar los límites de las fronteras» (Mahmoud Abbas, líder de la Autoridad Palestina, 29 de Agosto de 2014)
Al día siguiente del anuncio de la tregua permanente, la Autoridad Palestina (AP) anunció su intención de declarar el Estado Palestino de acuerdo a las fronteras del 67 en un intento de afianzarse en su posición de representante (legal) del pueblo palestino.
En el tema palestino, como en todos, el debate y sus opciones vienen marcados por el poder dominante, en este caso, la ocupación israelí. La ocupación arrastra a la autoridad palestina y a la opinión pública internacional a debatir sobre dos opciones clásicas –solución de dos Estados o solución de un único Estado– como si en ese debate estuviera la solución a los problemas en Palestina o, más aún, como si alguna de las opciones fuera factible por sí misma. El objetivo de este debate impuesto es desviar la atención de los verdaderos y diarios problemas del pueblo palestino: el bloqueo, la ocupación, el apartheid, los abusos constantes contra la población palestina de cualquier género y edad, los secuestros mediante detención administrativa incluido a menores, el robo de recursos naturales, la adquisición de nuevo territorio por la fuerza…
La declaración de Estado Palestino con las fronteras del 67, comúnmente conocido como solución de dos Estados, es claramente injusto para el pueblo palestino que pierde el 78% de su territorio original, queda dividido en dos zonas inconexas (Gaza y Cisjordania) y deja parte de su población en el otro Estado: los árabes de Israel.
En cualquier caso, este planteamiento del mapa palestino es incompatible con el crecimiento y expansión de colonias hebreas en Cisjordania: actualmente hay alrededor de medio millón de colonos, carreteras de uso exclusivo para judíos y desvío de recursos naturales hacia las colonias en perjuicio del pueblo originario.
En contraposición aparece la otra opción, la solución de un único Estado palestino, más como respuesta al garrafal error de las Naciones Unidas (resolución 181 de la Asamblea General, 29 de noviembre de 1947, Partición de Palestina) que como resultado del análisis de la situación real y actual: un pueblo judío que se cree con legitimidad de ocupar con derecho exclusivo esa tierra con el apoyo explícito de todos los organismos internacionales.
Pero es que además el sionismo, el estado de Israel, no oculta que no tiene la menor intención de conformarse con ocupar sólo la Palestina histórica. Con independencia de si las dos líneas azules de la bandera israelí corresponden al Nilo y al Tigris indicando que toda la tierra entre esos dos ríos corresponde a ese “pueblo judío”, numerosas declaraciones de políticos israelíes apuntan a que Jordania también corresponde al “estado israelí” ya que perteneció al mandato británico de Palestina. Véase la intervención de Danny Ayalon, viceministro de asuntos exteriores de Israel.
Ninguna de estas opciones aporta una salida a la situación de los más de 5,7 millones de refugiados palestinos ni una solución real a los problemas de Palestina. Son otro instrumento más introducido por Israel para dividir al pueblo palestino y a la solidaridad internacional con Palestina.
Se escribe sionismo pero se lee fascismo
«No hay espacio para los dos pueblos en este país. No hay otra salida que transferir a los árabes a países vecinos, transferirlos a todos, que no quede ni una aldea, ni una tribu, ni un solo palestino, nadie.» (Jaim Weizman, primer presidente de Israel)
El sionismo político diseñó la creación de un Estado exclusivamente judío en Palestina. Años antes de declararse la independencia de Israel, los judíos que llegaron a Palestina se organizaron en bandas que compraron la mayor propiedad posible y cometieron atentados contra objetivos británicos y árabes. La emigración judía a “Tierra Santa” (aliyah) fue promovida por la burguesía europea desde finales del siglo XIX como una alternativa más para librar a Europa de judíos. Holocausto y sionismo son curiosamente dos caras de la misma moneda: el hacinamiento de los incómodos judíos allá donde no se les vea.
Las comunidades judías dispersas por el planeta fueron convocadas al llamado de la creación de un estado en el que sentirse seguros, un estado en el que pudieran vivir con otros judíos del mundo con los que no tenían nada en común más que el hecho de haber aceptado este reclamo.
Como todo proyecto fascista, el sionismo se implanta en todas las clases sociales. La “Tierra Santa” ofrece propiedad y privilegios pero también vendió la promesa de los kibutz (comunas agrícolas). Bajo todas estas formas de convocatoria hay un proyecto de limpieza étnica del pueblo indígena.
Lo único que convierte en “pueblo” a la población judía en Israel es la construcción de un enemigo común: el pueblo palestino. No en vano la mayoría de las crisis internas en Israel acaban pagándose sobre la espalda del pueblo palestino.
Bajo este sistema capitalista colonial, el pueblo, en su sentido más amplio, no se divide en buenos y malos, se divide en víctimas y otras víctimas. Los cientos de civiles asesinados en Gaza, los abusos en los checkpoints en Cisjordania, las políticas de apartheid en Israel, no son más que el reflejo de los y las jóvenes israelíes recibiendo entrenamiento militar y ensalzados socialmente por sus crímenes contra “el enemigo”.
En este sentido, los llamados movimientos pacifistas en Israel se han ido reduciendo hasta ser casi inapreciables desde el asesinato de Isaac Rabin (primer ministro israelí asesinado en 1995 por un ortodoxo radical) y el aumento de la ultraderecha ha sido vertiginoso ante el temor a un cisma en una sociedad que ya de por sí no tiene ninguna cohesión.
La firma de los acuerdos de Oslo en 1993 entre el gobierno israelí y la OLP (Organización para la Liberación de Palestina) descargó de responsabilidad militar a la sociedad israelí al relegar el control de las zonas ocupadas a la constituida ANP (Autoridad Nacional Palestina).
Israel es víctima como tantos otros países de una crisis económica que afecta a la clase trabajadora y que la enfrenta con la burguesía. La burguesía utiliza también ese enemigo común, el pueblo palestino, para ganarse al pueblo judío y cortocircuitar la lucha de clases en Israel.
En Palestina, como pueblo ocupado, no existe burguesía propietaria de los medios de producción porque Palestina sencillamente no tiene medios de producción. Los únicos sectores sociales privilegiados en Palestina son los que han hecho tratos con la ocupación o negocios mafiosos aprovechando el bloqueo de Gaza. El pueblo palestino, en su mayoría desplazados internos, sobrevive con las ayudas de la ONU, la AP y organismos internacionales y apenas puede trabajar, ya que los medios de producción están en manos israelíes y tras la segunda intifada (año 2000) la población palestina no tiene libertad de circulación.
Socialismo o barbarie
La mayor parte de las resoluciones de las Naciones Unidas tratan sobre la cuestión palestina con el fin de “mantener el orden” en Oriente Medio. En contraposición, prácticamente ninguna de ellas ha sido cumplida por Israel que también incumple en su totalidad el derecho humanitario, en concreto la IV Convención de Ginebra, que trata sobre “la protección de la población civil en tiempo de guerra”. Sin embargo, ningún organismo oficial internacional, ni nacional ni supranacional, ha tomado ninguna acción contra el estado de Israel. Fuera de meras palabras de “condena”, Israel mantiene no sólo relaciones diplomáticas con la práctica totalidad de los gobiernos occidentales sino que además goza de acuerdos preferenciales con la Comunidad Económica Europea.
Pueden indicarse como excepción las medidas tomadas por varios gobiernos de América Latina, especialmente durante esta última operación sobre Gaza-Palestina.
La falta de respuesta de EEUU y Europa a los delitos del estado de Israel denota que los supuestos esfuerzos que se dedican desde las Naciones Unidas y sus estados miembros a la “resolución del conflicto palestino” es un puro ejercicio de hipocresía.
Lo que es más, el mantenimiento de lo que ellos llaman “el orden internacional” bajo este sistema internacional capitalista y neocolonial trae consigo de manera inevitable la violación sistemática de los derechos humanos, por más resoluciones que se generen como cortina de humo. Socialismo o barbarie nunca fue tan evidente. El régimen burgués que llevó a Europa a generar 2 guerras mundiales en menos de 30 años no está dispuesto a ceder ni ápice de sus privilegios. La masacre del pueblo palestino es una muestra de lo que este sistema es capaz de hacerle a cualquiera que “sobre” a los intereses burgueses tal y como el pueblo palestino “sobra” al proyecto sionista. Más aún, la masacre del pueblo palestino por parte del pueblo judío en Israel, es un buen ejemplo de lo que este sistema es capaz de “hacer que nos hagamos unos a otros”.
El gueto de Tel Aviv
«Escribe que soy árabe; que robaste las viñas de mi abuelo y una tierra que araba, yo, con todos mis hijos. Que sólo nos dejaste estas rocas… ¿No va a quitármelas tu gobierno también, como se dice? Escribe, pues… Escribe en el comienzo de la primera página que no aborrezco a nadie, ni a nadie robo nada. Más, que si tengo hambre, devoraré la carne de quien a mí me robe. ¡Cuidado, pues!… ¡Cuidado con mi hambre, y con mi ira!» (Carné de identidad, Mahmoud Darwish, poeta palestino)
Israel es hoy en día un “fuerte con cañones apuntando en todas las direcciones”. El origen de su existencia, como decíamos, es la confección de enemigos comunes. No sólo el pueblo palestino, Líbano, Siria, Jordania, Egipto, todos sus vecinos, son o han sido en algún momento en estos últimos años enemigos directos de Israel.
EEUU dedica constantes partidas de sus presupuestos al sistema de “defensa” de Israel como manera de contentar al voto judío. Europa ofrece privilegios económicos a Israel a través de un Acuerdo Preferencial. Los gobiernos de los países árabes permanecen en silencio mientras Israel masacra al pueblo palestino ya que sus acuerdos con Israel les permiten garantizar su propia represión social.
La historia ha dado muestras sobradas de que el orden internacional cambia pero también de que el régimen que un día controla a todo un pueblo puede caer como un castillo de naipes el día siguiente. El sionismo es tan débil como efímeros son cada uno de sus aliados y el día en que ese fuerte ya no pueda mantener “sus cañones cargados”, el pueblo judío en Israel dejará de estar en un fuerte y pasará a estar en un gueto.
Esa derecha burguesa que asedió el gueto de Varsovia es la que ahora financia el exterminio del gueto de Gaza y es la misma que está tejiendo ese futuro gueto de Tel Aviv.
Construyendo el futuro. Ayer Sudáfrica, hoy Palestina
«Si eres neutral en situaciones de injusticia has elegido el lado del opresor» (Desmond Tutu, clérigo y pacifista sudafricano que adquirió fama internacional durante la década de 1980 a causa de su lucha contra el Apartheid)
En 2005, 190 organizaciones de la sociedad civil palestina, siguiendo el ejemplo de la lucha en Sudáfrica contra el apartheid, lanzaron un llamamiento a las organizaciones de la sociedad civil internacional llamado BDS (Boicot, Desinversiones y Sanciones a Israel).
La campaña BDS persigue 3 objetivos fundamentales:
- Acabar con el régimen de apartheid en Israel.
- Proteger y promover el derecho al retorno de los refugiados.
- Poner fin a las colonias en Cisjordania y desmantelar el Muro.
El boicot, los embargos y sanciones pretenden aislar a las instituciones y empresas israelíes pero también pretenden hacer reaccionar a los ciudadanos israelíes que se prestan a limpiar la marca Israel bien sea a través de la cultura, el arte, el deporte… dando una imagen de falsa normalidad, de prototipo de modernismo y de multiculturalidad mientras se practica la limpieza étnica del pueblo indígena.
No en vano después de cada operación sobre Gaza Israel lanza una nueva operación de lavado de imagen mediante la promoción y gira de artistas, la exhibición de películas y documentales, etc. Es en estos momentos cuando el boicot es más necesario que nunca. El propio Meir Sheetrit, miembro de la Knesset (Parlamento israelí) por el partido Hatnuah dijo sobre la hasbará (instrumento de propaganda para fomentar la imagen de Israel): “vemos la cultura y la hasbará como herramientas de propaganda. No diferencio cultura de hasbará”.
La resistencia palestina sólo puede lanzar cohetes caseros para sobrepasar esos muros con los que son encerrados. El BDS es la herramienta que tiene la sociedad civil internacional para saltar esos muros y nuestros muros, nuestras propias instituciones, que están colaborando con la masare contra nuestra voluntad.
La lucha contra el sionismo no puede escapar a ningún proyecto transformador de la sociedad. Negarse a apoyar el boicot porque perjudica al pueblo israelí es una excusa equivalente a negarse a hacer huelga porque perjudica a los trabajadores, es decir, significa no comprender que los intereses de las élites están reñidos con los intereses de los pueblos. Del mismo modo, muchos trabajadores de empresas israelíes boicoteadas son palestinos y son ellos mismos los que han reclamado el boicot internacional.
BDS es la única solución real a la situación del pueblo palestino. Sólo el pueblo salva al pueblo. El hundimiento del sionismo derivará naturalmente en la constitución de un único Estado Palestino en el que judíos y palestinos puedan convivir, pero no como solución, sino como culminación de un proceso de lucha social internacional. El derecho al retorno de los refugiados también se garantizará como resultado del desbordamiento del régimen internacional que permitió su expulsión y el robo de sus propiedades.
Funcionó en Sudáfrica y funcionará en Palestina. La vida no se puede separar en compartimentos estancos y ninguno de ellos es neutro: la música no es neutra, la ciencia no es neutra, la educación no es neutra… Si cualquiera se define como neutral, ya ha elegido su lado: el de los genocidios pasados y futuros y el del actual, el genocidio del pueblo palestino. Contra todos ellos, boicot al sionismo, boicot al estado de Israel.
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