¿Por qué el BDS es hoy un deber moral? Una respuesta a Bernard Henri-Levy
Miembro fundador, Movimiento por el BDS
Huffington Post: 1 de Febrero de 2011
En su furioso ataque contra el movimiento de boicot, desinversión y sanciones contra Israel (BDS), Bernard Henri-Levy trata desesperadamente de calumniar al movimiento presentando algunas hipótesis claramente falsas y engañosas que repite de forma maquinal, de las que extrae por lo tanto conclusiones infundadas, e incluso ilógicas. Lo que el señor Levy trata de esconder u ocultar principalmente son los objetivos reales del movimiento, quién está detrás de él, y las razones que explican su espectacular crecimiento reciente, especialmente en Francia y otros países occidentales.
El hecho es que la llamada a unirse al movimiento BDS fue lanzada por una gran mayoría de la sociedad civil palestina el 9 de julio de 2005, lo que supuso un salto cualitativo y la entrada en una nueva fase de la lucha global por la libertad, la justicia y el derecho a la autodeterminación de Palestina. Más de 170 organizaciones destacadas entre partidos políticos palestinos, sindicatos, organizaciones de mujeres, grupos por los derechos de los refugiados, ONGs, y organizaciones de base hicieron un llamamiento a favor del boicot contra Israel hasta que este cumpla plenamente con las obligaciones impuestas por el derecho internacional.
Arraigada en una historia centenaria de resistencia civil y no violenta contra el colonialismo de los asentamientos, la ocupación y la limpieza étnica, la iniciativa llama la atención sobre cómo las personas de conciencia de la comunidad internacional «han asumido históricamente la responsabilidad moral de luchar contra la injusticia, como, por ejemplo, la lucha por la abolición del apartheid en Sudáfrica», haciendo un llamamiento a las organizaciones de la sociedad civil internacional y a las personas de conciencia de todo el mundo a «imponer amplios boicots y adoptar iniciativas de desinversión contra Israel similares a las que se aplicaron contra Sudáfrica en la época del apartheid».
Desde 2008, el movimiento por el BDS ha sido liderado por la coalición más amplia de organizaciones de la sociedad civil palestina dentro de la Palestina histórica y en el exilio, el Comité Nacional del BDS (BNC, por sus siglas en inglés). Cimentado en un profundo respeto al derecho internacional y a los derechos humanos, el movimiento se ha extendido por todo el mundo, empoderando y movilizando energías creativas, sin dejar de hacer hincapié en la sensibilidad hacia las particularidades de cada situación. Los activistas del movimiento en cualquier parte del mundo marcan sus propios objetivos y planifican las tácticas más adecuadas a su contexto político y cultural. El hecho de que el BDS rechace categóricamente el racismo en todas sus formas, incluido el antisemitismo, ha provocado que su llamamiento se haya extendido aún más entre los movimientos liberales y progresistas en todo el mundo.
Aunque varios destacados activistas refrendan públicamente la solución de un solo Estado, la mayoría de los miembros de la coalición que lidera el movimiento siguen respaldando la solución de los dos Estados. Sin embargo, esto es un asunto irrelevante, ya que el movimiento BDS, que se centra estrictamente en los derechos, ha evitado sistemáticamente tomar ninguna posición en el debate sobre la solución de un Estado o dos Estados, enfatizando por otra parte los tres derechos básicos que tiene que respetar cualquier solución política: el fin de la ocupación israelí que empezó en 1967 de todos los territorios árabes, el fin del sistema israelí de discriminación legalizada e institucionalizada contra sus propios ciudadanos palestinos, y el reconocimiento del derecho de los refugiados palestinos al retorno a sus hogares de origen reconocido por la ONU. Aparte de estos tres principios básicos, todo lo demás es táctico y secundario.
El señor Levy tergiversa completamente mi posición sobre el tema. Citando uno de mis artículos de 2003, afirma descabelladamente que yo estoy a favor de la solución de “dos Palestinas”. Cito mis palabras exactas: “… uno no debe negar que el derecho al retorno de los refugiados palestinos contradice los requisitos de una solución negociada de dos Estados. Sencillamente, Israel nunca lo aceptará, lo que lo convierte en el talón de Aquiles de cualquier solución negociada de dos Estados, como demuestra lo sucedido hasta ahora”. La cuestión es que una solución negociada de dos Estados excluiría de facto el derecho de dos tercios de la población palestina, los refugiados, a volver a sus hogares, derecho reconocido por la legislación internacional.
Durante más de 27 años, he defendido constante y públicamente un estado secular y democrático para todo el territorio de la Palestina histórica, donde todo el mundo disfrute de los mismos derechos, sin distinción de etnia, religión o cualquier otro rasgo identitario. Ésta, en mi opinión, es la fórmula más coherente con la ética que pueda satisfacer el derecho inalienable de Palestina a la autodeterminación, incluyendo el retorno de los refugiados, junto con el derecho de todos los habitantes de esa tierra a la justicia, la paz, la dignidad y los derechos democráticos. Con todo, incluso si el señor Levy hubiera reseñado mi verdadera posición sobre este asunto, extrapolar esta presunta postura mía a todo el movimiento BDS no sólo refleja una falta de honestidad intelectual; es, por lógica, equivalente a afirmar que el movimiento pacifista en Francia, por ejemplo, está conspirando para reemplazar el sistema capitalista por un orden socialista, basándose en que entre sus líderes hay un comunista (o alguien al que simplemente se le ha considerado comunista).
Como cualquier coalición de grupos amplia y democrática, construida sobre principios comunes pero que propugna y respeta a toda costa el pluralismo, el movimiento BDS, y cualquiera puede sacar esta conclusión si examina la amplia recopilación de comunicados publicados en los últimos cinco años, no defiende ninguna solución política en concreto a este conflicto colonial. El denominador común del movimiento es la defensa de los derechos de los palestinos de acuerdo con el Derecho internacional.
Otra grave falacia del artículo del señor Levy es su caracterización retórica de Israel como “democracia”. Sudáfrica también era la única “democracia” en África durante el apartheid. Del mismo modo, Estados Unidos era una “democracia” cuando, en el Sur, millones de afroamericanos eran concienzudamente segregados y oprimidos por causa de su raza. Un estado etnocéntrico, como Israel, que discrimina por ley a aquellas personas que no son judías, que lleva a cabo una ocupación, desplazamientos forzosos, y que coloniza y comete lo que eminentes expertos en Derecho internacional y organizaciones de derechos humanos denominan crímenes de guerra, no puede ser considerado una democracia en absoluto. Si Francia adoptara leyes discriminatorias contra su población judía que favoreciesen a sus ciudadanos católicos, ¿lo llamaríamos democracia?
El exministro del gobierno sudafricano Ronnie Kasrils y la autora británica Victoria Brittain, han tratado este tema de forma excepcional. Escribieron:
“El deseo de una mayoría étnico-religiosa de judíos israelíes ha pasado de los territorios ocupados a infiltrarse en la agenda “nacional” israelí… Durante décadas, a la minoría palestina de Israel se le ha negado la igualdad básica en salud, educación, vivienda y posesión de la tierra, simplemente por no ser judía. El hecho de que esta minoría tenga derecho a votar difícilmente compensa la injusticia que prolifera en otros derechos humanos básicos. Los palestinos están excluidos desde la definición misma de “Estado judío” y casi no ejercen ninguna influencia sobre las leyes o sobre las políticas de contenido político, social y económico. De ahí su similitud con los sudafricanos de raza negra”.
Además, en un momento en el que una ola de levantamientos populares está barriendo la región árabe, para exigir libertades, justicia social y democracia, resulta bastante revelador, aunque en gran parte esperado, el ver a Israel – y al gobierno de los Estados Unidos – en un estado de pánico y alboroto, manteniéndose en el lado equivocado de la historia, con los déspotas y regímenes autoritarios y contra el pueblo. Incómodo por la tormenta de críticas, si bien es cierto que expresadas de forma cortés, contra la dictadura egipcia por sus, hasta ese momento, aliados europeos, e incluso por algún miembro de la administración estadounidense, Israel lanzó una campaña diplomática para convencer a las capitales principales para que apoyaran a Hosni Mubarak, con el fin de que no se pusiera en peligro la estabilidad, no fuera a ser que los otros despóticos amigos de Israel en la región se sintieran abandonados.
Del mismo modo, en Túnez, el tan aclamado aparato de vigilancia electrónica del exdictador Ben-Ali funcionaba en estrecha cooperación con Israel, como informaron sistemáticamente organizaciones de la sociedad civil tunecina. Y ahora que cada vez hay más amigos de Israel en la región que están siendo destronados, se hace más evidente lo que Israel y sus aliados occidentales han invertido para salvaguardar y respaldar a los regímenes no electos y autocráticos del mundo árabe, en parte para crear la profecía autocumplida de Israel como el “chalet en medio de la jungla” – mito que a menudo repiten grupos del lobby israelí.
El hecho de Israel fuera durante décadas el mejor amigo de la Sudáfrica del apartheid, ayudándole a desarrollar armas nucleares, a aplastar a la resistencia popular de la mayoría negra, y a eludir el boicot que se había extendido en su contra tampoco ha ayudado a Israel a presentar una imagen falaz de democracia e ilustración.
Por último, en cuanto a la afirmación claramente engañosa y sin fundamento de que el boicot de productos israelíes equivale a hacer boicot a “productos judíos”, sólo cabe preguntarse si un boicot a Sudán o Arabia Saudí, por poner un ejemplo, se consideraría islamofobia. ¿El boicot contra Sudáfrica se consideró anticristiano? ¿Por qué se utiliza un doble rasero cuando se trata de Israel? El movimiento BDS contra Israel no podría interesarse menos por si es un Estado judío, musulmán, católico o hindú; lo único que importa es que es un opresor colonial que de forma continuada niega al pueblo palestino sus derechos básicos. ¿Es tan difícil de entender? El boicot a Israel hoy constituye un deber moral para todos aquellos a quienes les importa el imperio de la ley y los derechos humanos para todos los seres humanos, por igual.
Omar Barghouti es uno de los miembros fundadores del movimiento por el BDS y autor de » Boycott, Divestment, Sanctions: The Global Struggle for Palestinian Rights,» (Haymarket, 2011)
http://www.huffingtonpost.com/omar-barghouti/why-is-bds-a-moral-duty-t_b_816990.htmlv
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